viernes, 16 de noviembre de 2012

Valorar lo real.

Buenas noches de nuevo a todos.
Después de todo el día descansando, he ido a pasear un poco con mi mascota para aprovechar el silencio de la noche y desconectar la conciencia durante un rato.

Tumbada en el césped, en contacto directo con la naturaleza y el frío de la noche de invierno, parece que todo se simplifica en gran escala.  Todo se reduce al entorno y a tu contacto con él.
En ese instante no importa nada el enfado que tuve con Silvia, ni mis propias exigencias conmigo misma, la falta de tiempo...

No necesitamos dinero, una gran casa o el último modelo de coche que ha salido a la venta. Simplemente, no te vale.
Todo el mundo puede disfrutar de la misma sensación. Inclusive aquella persona que no tenga un alto nivel de vida estará más cerca de esta sensación porque las personas con nivel de vida más altos, también son personas normalmente más ocupadas y que les cuesta más trabajo apartar sus problemas diarios de su cabeza para disfrutar de esta sensación.

Las personas con menos caprichos, menos capacidad económica, aprenden a valorar la sonrisa de sus hijos, las historias que cuenta el abuelo, los cocidos de la madre o el sentarse a leer un buen libro.

Es por ello, sea cual sea nuestra situación, lo realmente valioso es lo más simple, lo que antes descuidamos. Deberíamos dedicar unos minutos todos los días a pensar en todo lo que hemos conseguido, todo lo que hemos aprendido, todo lo valioso que conservamos. Porque un coche caro y elegante por mucho que lo cuides llegará el momento en el que te desprendas de él, que no te sirva porque quedó obsoleto, sin embargo la relación con un padre o cualquier persona será totalmente al contrario, mientras más las atendemos, más las mejoramos y serán permanentes, aunque la otra persona fallezca, siempre estará el recuerdo en nuestros corazones.

Una persona sabia nunca desearía un sueldo de innumerables ceros, desea un gran afecto con sus seres queridos y el poder disfrutar de momentos encantadores a su lado.

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